Igual que a ti, me encantan los momentos repetibles, como el otoño, los atardeceres, el color verde y el olor a mar. Elementos de ayer, hoy y siempre que ocurren periódicamente en todas partes aunque, a veces, en la ciudad, con las prisas y las luces, ni te enteras.
Uno de los mejores momentos repetibles de esta época es la observación del cambio de colores y el efectillo de los rayos de sol al colarse y rebotar entre las hojas. Me gusta perseguir esas últimos trozos de calor con el ansia de que quizás ya sean los últimos e intentar adivinar cuántas plantas hay en ese metro cuadrado, imaginando lo bien que quedarían estampadas en un vestido.
Me gusta subir al punto más alto del sitio más alto para verlo todo, hasta lo de más lejos. Y la brisa marina en la cara, desde allí y desde un barco de línea de esos que atraviesa cada dos por tres la ría, donde se distingue perfectamente a los domingueros, que vamos todos arriba, nieve o viente, de los que lo cogen cada día, que leen, duermen, se aburren o whatsappean.
Me gustan las excursiones con mi familia, encontrar en el medio del monte una panadería buena y comerme ese pan gourmet a mordiscos, aunque me quite el hambre para la comida. Y dejar que casi me coja el frío para espantarlo con una infusión muy caliente.
Y, sobre todo, me gusta saber que dentro de un año te podré hablar otra vez de lo mismo, con el mismo placer. Porque para ciertas cosas no vale la pena hacerse la original.
He hecho muchísimas fotos, tantas que ni me caben en este post. Las estoy subiendo a instagram.
¿Se te ocurren otros momentos repetibles que me haya dejado en el tintero? Me encantaría conocer tus sugerencias.
Encántame que disfrutes das cousas pequenas pero que son as máis importantes.
E que son pequeniñas pero moi bonitas :)
Un bico ma!