Mientras paseo bajo las luces de Navidad de mi barrio, pienso en lo rápido que ha pasado. 2016, el año de lo impredecible, de las nuevas aventuras, de los saltos al vacío. Un buen año. Definitivamente.
Sin embargo, ya solo quedan dos semanas para que llegue el brillante, el nuevo, el nunca visto… ¡2017! Un número tan irreal y futurista que solo puede dar nombre a un año mágico. ¿Ya sabes qué vas a hacer con un año tan prometedor como el que viene?
Yo sí.
Hablo de la incomodidad del no, de cocinar algo más bueno, de la piscina por las mañanas, de ir andando a todas partes, de leer todas las etiquetas, de empezar a conocer a alguien totalmente desconocido o de los vegetales feos, que te cuesta más cultivarlos que comprarlos.
La sostenibilidad no es algo difícil ni ajeno, es algo interior, un proceso reflexivo que surge también de la necesidad de sentir orgullo. Orgullo de armario, orgullo de compra, orgullo de trabajo, orgullo de vida. Esto fue lo más importante que hemos aprendido en EL BEFF 2016, la tercera edición del Bcn Ethical Fashion Fest, el festival de moda sostenible de Barcelona.
En la última conferencia del festival The Influencers, Kenneth Goldsmith hablaba, entre otras cosas, del «delicioso problema de la abundancia» de experiencias a las que podemos acceder gracias a internet. No nos llegarán 10 vidas para poder ver todas las películas, música, fotos y demás maravillas a las que tenemos acceso. ¿Cómo elegir? ¿Cómo hacer para no equivocarnos e ir directamente hacia la experiencia que realmente vale la pena? ¿Y si hay más cosas que valen la pena de las que podemos asumir?
Ni una maceta, ni abono, ni insecticidas. La naturaleza sabe. Aún en los momentos en que se lo ponen más difícil, siempre encuentra un rincón para volver a nacer, a crecer y a mostrarse orgullosa en todo su esplendor.
El pasado domingo fue el Día Mundial del Medio Ambiente y nos hemos armado de cámara en mano para dar un paseo muy especial por los rincones verdes más desconocidos de Barcelona. ¿Nos sigues?
¿Habéis notado el cambio? No está en la cabecera, ni en el menú, ni en ningún post pero, si bajáis un poco más, podréis verlo :)
Una de las cosas que más me gustó al llegar a Barcelona fue la costumbre de dejar cualquier mueble que ya no utilizas en la calle. Y no de cualquier manera. Sino limpio, bien colocadito, por si alguien piensa en reutilizarlo. Y vaya si los reutilizamos.