El otro día tuvimos la suerte de descubrir en el festival In-Edit de Barcelona el maravilloso documental de Jeff L. Lieberman, The Amazing Nina Simone, dándonos cuenta de que, igual que es imposible hablar de la historia de la moda sin hablar de feminismo, no podemos hablar de feminismo sin tener en cuenta la valentía de Nina Simone.
Una lucha que la cantante ha combinado en todo momento con su compromiso con el movimiento por los derechos civiles.
Nina Simone clama que una artista no puede vivir ajena a su momento histórico y este convencimiento marcará su carrera artística de forma casi tan decisiva como su talento.
A los 10 años debutaba en su primer concierto como pianista clásica cuando sus padres fueron obligados a ceder sus asientos en primera fila a una familia blanca, la niña Nina (Eunice en aquel momento) se negó a tocar hasta que su familia ocupara los asientos que le correspondían.
Algunos años después, estaba tan enfadada que no dudaba al decirle a Martin Luther King que ella no era pacifista.
Sin embargo, fue diosa y guerrera sin verse implicada jamás en ningún tipo de violencia, utilizando su actitud, su presencia y su ropa para mostrar su orgullo por sus ancestros y una postura muy clara y crítica en el movimiento por la defensa de los derechos civiles: las chicas negras no pueden pretender ser como sus exclavos blancos, sino como ellas mismas.
Su seguridad y carácter la elevan por encima de cualquier prejuicio, conmoviendo, incomodando y deslumbrando en cada una de sus actuaciones. Consiguiendo que ni el paso de los años pueda destruir la magia de sus silencios.