Hace 4 años no era tan fácil comprar moda sostenible, al menos para mí. Más allá de la segunda mano, me costaba encontrar alternativas cuyo diseño me gustara y que me pudiera permitir (más adelante entendí que lo que había que reducir era el ritmo de consumo y que no estaba bien que las cosas costaran tan poco, pero ese es otro post).
El caso es que entraba en las tiendas que conocía, miraba las etiquetas, hacía muchas preguntas que en general nadie sabía responderme y me quedaba de brazos cruzados. Información que para mí era básica como el lugar y las condiciones en las que había sido fabricado un objeto se me negaban mientras leía y veía noticias terribles sobre las fábricas en países lejanos.
¿Era yo la única que estaba cansada de sospechar explotación en cada uno de los objetos que compraba? ¿Por qué las instituciones no controlaban ese tipo de prácticas? ¿De verdad era tan difícil hacer las cosas de otra manera? Estaba convencida de que una gran parte de los consumidores pagarían un poco más por lo que compraban a cambio de saber que no había sido fabricado en condiciones casi esclavas y dañinas para el planeta.
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