El año que viene nos vamos al Festival de Cans. No al glamour de la Costa Azul francesa sino al agroglamour de la aldea gallega de 400 habitantes que, desde 1994, celebra su propia fiesta del cine. Estas imágenes resumen un poco de lo que nos hemos perdido este fin de semana.
Como otras grandes ideas, el festival surgió de una conversación en un bar, en la que la lógica impuso que el nombre de la aldea no podía ser casualidad, como tampoco lo fue que su primera edición coincidiera con el nacimiento del movimiento bravú.
No se nos ocurre lugar más cinematográfico que los huertos, casas, gallineros, fincas y galpóns que los vecinos de la parroquia ceden para la celebración del festival. Sus chimpíns, vehículos oficiales del festival, despiertan las sonrisas de todos sus tripulantes, y no de las estudiadas del otro festival, sino de las de verdad. Hasta el cura se organiza para que sus misas no coincidan con las proyecciones, conciertos y entregas de premios.
Todo el mundo es de Cans y Cans es de todo el mundo. Sus asistentes dicen que esto del agroglamour solo se puede entender si se va allí, nosotros estamos convencidos de que, para rebatir el “demasiado bueno para ser verdad”, bastará bebernos un licor café mientras hablamos de cine en o baixo de Moncho.
Aquí puedes ver los ganadores de este año. Las fotos son del Flickr del Festival de Cans.