Los activistas lentos

Había una vez un planeta donde todo iba muy rápido y todo tenía una respuesta muy clara y sencilla.

En el planeta vivían muchas especies de plantas y animales, aunque todo giraba alrededor de los protagonistas. Eran tan buenos corredores que se pasaban la vida trabajando para vivir mejor en el futuro pero también destruyendo las otras especies del planeta como si no hubiera un futuro.

Cuando a alguien se le ocurría señalar esta u otra contradicción la llamaban poesía, algo a lo que dedicarían tiempo en alguno de los raros momentos programados en que se dedicaban a hacer lo que querían, a los que le llamaban vacaciones.

Correr todo el día era muy cansado pero pararse estaba muy mal visto.

Un día alguien decidió ralentizar el paso.

Y, sin haberse puesto de acuerdo, otros, desde otros lugares muy distintos, hicieron lo mismo.

Los corredores más rápidos les acusaron de entorpecer el camino, obligándoles a ir más despacio.

Los corredores que no se atrevían a admitir lo poco que les motivaba la carrera les observaban sin darse cuenta de que al hacerlo su ritmo se volvía también cada vez más lento.

Al reducir la velocidad se dieron cuenta de que no existía solo un camino, sino muchísimos. Se sintieron perdidos y confusos. Algunos decidieron volver al camino principal, aunque en el fondo jamás podrán olvidar lo que descubrieron en los otros caminos. Tal vez vuelvan.

Los que se quedaron siguen caminando. A veces incluso se detienen, abrumados por la belleza de su camino o tal vez aterrorizados por la incertidumbre o por la certeza de que tal vez nunca lleguen al destino. También aquí hay contradicciones.

Continuará.