Nunca he sido muy amiga de los números, sin embargo, cuando hablamos de ética, sostenibilidad y economía social, cada vez les voy encontrando más interés. Y es que no hay nada que me guste más que ver cómo decenas de iniciativas orientadas a mejorar la vida de las personas y cuidar del planeta son rentables económicamente.
Si te lo piensas bien, tu dinero puede servir para cambiar el mundo, aunque sea poco a poco. Y esto no significa que tenga que ser usado sí o sí para comprar, a veces es tan útil dejar de invertir tu dinero en determinado producto o servicio que no aporta nada positivo a la sociedad como invertirlo en un producto o servicio con un impacto social positivo.
El truco es el de siempre. Comprar menos, comprar más lentamente, comprar mejor. Cuanto menos compramos, más capacidad de decidir tenemos. Por el precio de 2 pantalones de mala calidad producidos muy lejos, sin respetar al medio ambiente y a las personas, tienes un pantalón producido muy cerca respetando al medio ambiente y a las personas. ¿A que vale la pena tener un pantalón menos?
En nuestras manos tenemos muchísimo más poder del que creemos. Además, el poder del consumo responsable crece cuanto más lo utilizamos (más personas, más frecuencia). Sin ir más lejos, el hecho de que miles y miles de personas hayan decidido dejar de comprar en determinadas tiendas de fast fashion para financiar productos hechos de manera ética y sostenible, ha hecho posible que cada vez sean más, más variadas y mejores las propuestas de moda sostenible.
Consumir de forma responsable es vivir de manera alineada con tus valores, unirte al bando de los optimistas, actuar en vez de criticar, formar parte de la solución.
¿Te unes? Es muy fácil. Compra solo lo que necesitas y compra para hacer un mundo mejor.