Nunca he sido muy amiga de los números, sin embargo, cuando hablamos de ética, sostenibilidad y economía social, cada vez les voy encontrando más interés. Y es que no hay nada que me guste más que ver cómo decenas de iniciativas orientadas a mejorar la vida de las personas y cuidar del planeta son rentables económicamente.
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Ni siquiera en Black Friday, la sostenibilidad no se compra. Ni los amigos, ni las siestas, ni el placer de dormir un ratito más o de descubrir un nuevo rincón genial muy cerca de casa. Ni la felicidad.
Consumir mejor no es tan simple como consumir buenas marcas en lugar de marcas malas. Consumir de forma responsable pasa necesariamente por consumir menos y de una forma más lenta y reflexiva. No porque haya una oferta que se acaba pronto, sino porque realmente nos gusta, lo necesitamos y creemos en el proyecto que hay detrás de esa marca.
Nos han enseñado que somos mejores cuantas más cosas hacemos, que estar ocupados es de personas exitosas en la vida. Y sí, hay mucho que hacer. Pero el tiempo es limitado. Si no pensamos, si no descansamos, si no dejamos de hacer tantas cosas para entender cuáles nos hacen de verdad felices y cuáles son realmente necesarias, haremos las equivocadas y mal.
Mientras escribo este post, llevo puesto un kimono que tiene al menos 40 años. Era de la abuela de mi novio. Es precioso y realmente se mantiene como nuevo. Las notas las he tomado con ‘el bolígrafo’, un boli bueno que lleva mi nombre, que me regalaron por mi 30 cumpleaños, mi boli preferido, el que me llevo a todas partes, el bolígrafo recargable que espero seguir usando durante toda la vida. La silla en la que estoy sentada la encontramos por la calle en Barcelona, no sé cuánto tiempo tiene pero está casi nueva, además es cómoda y muy bonita.
La lista de mis objetos es infinitamente más larga, podría llegar a convertirse en un libro entero. Por supuesto, uno muy aburrido. Ya que, como buena ciudadana de clase media del primer mundo, tengo demasiados. De hecho, estoy convencida de que, si dedicara un momento a reflexionar sobre cada uno de ellos, no tendría tantos seguro.
Así que, me pregunto, ¿qué objetos vale la pena adquirir y conservar? ¿Cómo medimos cuál es el verdadero valor de nuestras cosas?
Había una vez un planeta donde todo iba muy rápido y todo tenía una respuesta muy clara y sencilla.
Sé que tal vez tengas en muy poca estima el mundo de la publicidad y otro día podríamos tener aquí un interesante debate en el que te podría llegar a dar parte de la razón. Pero hoy no.
Hoy te presento uno de esos proyectos que me hacen sentir orgullosa de mi profesión y de este sector extraño al que pertenezco.
Amable se pasó la vida plantando árboles. Uno a uno. No llevaba la cuenta. Pero en su pueblo, Melendreros (concejo de Bimenes, Asturias), saben que habrán sido cientos.
Sobre todo plantaba tejos. Un árbol que puede llegar a ser milenario, sagrado para la cultura celta por sus múltiples propiedades curativas.
Hace unas semanas, un grupo de vecinos decidió hacerle un homenaje plantando un bosque de 97 tejos, simbolizando sus 97 años.
Hoy se celebra por primera vez el Día Internacional Sin Pajita, con eventos en distintas ciudades del mundo para concienciar sobre las consecuencias del uso de un objeto absolutamente innecesario para la mayor parte de la población.
Para celebrarlo, en este post os quiero contar por qué ha sido tan importante para mí entender lo poderoso de decir a tiempo «sin pajita, por favor».
De forma totalmente disimulada y minimizada entre los acontecimientos que han acaparado toda la atención de los medios durante las últimas semanas, aparecía la noticia de que una nueva isla de plástico, del tamaño de México, ha sido descubierta en medio del Pacífico.
Para que te hagas una idea, México es 4 veces más grande que España. Una acontecimiento así solo puede ser posible debido a la total invasión de los productos de plástico, mayormente de un solo uso, en nuestra vida cotidiana. El plástico está tan presente en nuestras vidas y basuras que eliminarlo puede parecer una misión imposible.
Sin embargo, vivir sin algunos de los plásticos más comunes es muchísimo más fácil de lo que parece, así que aquí te dejo un buen punto de partida:
Una mudanza es una gran oportunidad para hacer una reflexión profunda sobre todos nuestros objetos, decidiendo cuáles queremos que nos acompañen y cuáles dejaremos atrás y, sobre todo, por qué. Después de algunos días haciendo muchas cajas, he podido reflexionar mucho acerca del materialismo, tal vez desde un punto de vista que nunca se me había ocurrido.
Quizás ser materialista no es tan negativo. Quizás todos necesitamos ser más materialistas. No en el sentido de acumular cosas sino en el sentido de valorarlas antes, durante y después de decidir poseerlas.